miércoles, 19 de diciembre de 2012

La tercera edad.

     La tercera edad, es un medio del cual nosotros podemos recibir grandes enseñanzas sobre la vida. Por lo tanto se debe respetar plenamente a estas personas.
    
     Las personas de la tercera edad, han vivido mucho más, que en este caso, nosotros. Y no sólo se hace referencia a su longevidad, sino también, por las experiencias de la vida que ellos han vivido y superado, como podrían ser las guerras…, es decir, los aspectos y hechos más históricos. Por lo tanto, podemos aprender de ellos.
   
     Por otra parte, las personas mayores, al ser tan longevas, han perdido a muchos de sus seres queridos. Y a pesar de esto se aferran a la vida y aprenden a vivir en soledad, un hecho admirable, a consecuencia de la dificultad. Aun así, saben cómo llenar de alguna manera esa ausencia sin venirse abajo.

      Finalmente, las personas de la tercera edad, han sabido superar la muerte, lo que les atribuye un gran valor. Al tener una mentalidad diferente, saben aceptar lo que va viniendo gracias a la experiencia. Por ello, podemos pensar que tenemos un apoyo para recibir consejos.

      He llegado a la conclusión de que las persona mayores, a pesar de que las veamos débiles, tienen una gran fuerza interior que les permite ir cumpliendo años.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Guión Doña Ferpecta

DON INOCENCIO - ¡Esto no puede ser! REMEDIOS - ¡Esto no puede ser!- repitió ella secándose las lágrimas. Casi ya no hay pleitos. Llegará el día en que la abogacía será indiferente. ¿De qué vale tanto talento?¿De qué vale estudiar tanto?. ¡Hay Don Inocencio!- lamentándose- llegará el día que le falte de todo. DON INOCENCIO - ¡Mujer! DOÑA PERFECTA - ¡Hombre! Dígame usted. ¿Qué herencia piensa dejarle?¿ La miseria que posee?. Vendrán tiempos malos. Mi hijo se está poniendo enfermo y no podrá trabajar. Se marea cuando lee o cuando estudia. Tendré que buscar un trabajo y quién sabe… DON INOCENCIO -¡Mujer! MUJER - Sé lo que digo, van a venir unos tiempos…- añadió- ¡Dios mío! ¿ Qué nos ocurrirá?. Sólo una madre piensa en su propia hijo, usted no lo entendería. Aunque haya sacado muy buenas notas, llegará el día en el que se muera de hambre, porque la abogacía está en muy malos momentos. DON INOCENCIO - ¡Pero mujer! REMEDIOS - No… si ya está… no le molesto. Ya sé que soy impertinente y pesada, pero soy cariñosa y miro por el bien de mi hijo. Así que ahogaré mis penas, pero mi hijo me entenderá. ¡Pobre hijo mío! Tanto esfuerzo sin recompensa… nunca saldremos de adelante y nunca tendremos nada nuestro. DON INOCENCIO - ¡Pero… pero… mujer! El canónigo subía el nivel de su voz. Con angustia escuchaba la chillona voz de María Remedios y se metía en la mente. Pero de un momento a otro la mujer cambio su cara, le cambió la voz, su cara tornó blanca y cerró con rabia sus puños. Se levanto del asiento y gritó: REMEDIOS - ¡Yo me voy de aquí… me voy con mi hijo…! Nos iremos a Madrid, no quiero estar en este pueblo, pasándolo mal. Estoy cansada de ver a mi Jacinto que no será nunca nada. Tío Inocencio, me marcho con mi hijo, no nos volverá a ver por aquí nunca más. Don Inocencio permanecía con los brazos cruzados, escuchando a su sobrina. DON INOCENCIO - ¡Hay Remedios! – dijo con voz afectada. Las palabras de la sobrina eran duras para él y veía como se iba convirtiendo en una fiera. REMEDIOS - Una madre mira siempre por su hijo. DON INOCENCIO - Venga… -con tono relajado para suavizar la situación. REMEDIOS - Usted es inútil, mi hijo y yo nos marchamos y punto. Le buscaré un buen trabajo y yo estoy dispuesta a sacrificarme por él. DON INOCENCIO - Hay… - suspiró. Hubo un silencio momentáneo en el que de fondo se oía la voz de la mujer. - Mujer, me has dejado muerto… ¡No sé cómo te soporto…!, sé que tengo mucha paciencia y sé que en el fondo eres buena persona. REMEDIOS - Sí; es por usted. ¿Porqué siempre se rinde y deja que Pepe esté con Rosarito? DON INOCENCIO - ¿Y yo qué tengo que hacer en su relación?, no la puedo evitar. ¿O quieres que le amenace para que deje a Rosarito? REMEDIOS - No, pero cuando se puso en contra de intentar separarlos. DON INOCENCIO - Tú estás loca con la separación. REMEDIOS - Pero así matamos dos pájaros de un tiro. DON INOCENCIO - Yo no puedo estar de acuerdo con una cosa así. Además, a lo mejor ni se asusta… REMEDIOS - Sé todo lo que hace, sale solo por la noche y conozco donde se dirige, lo que hace… la vecina del quinto me lo cuenta todo. DON INOCENCIO - ¿Y quién le asustaría? REMEDIOS - Caballuco. DON INOCENCIO - Si él está dispuesto a hacerlo- planteando una cuestión. REMEDIOS - Si usted se lo manda, él lo hará. DON INOCENCIO - A mí no me metáis en líos de estos- desentendiéndose del asunto. ¿Él sabe algo? REMEDIOS - Sí, pero no me hace caso y no lo quiere hacer. Aquí, en Orbajosa, sólo hay dos personas a las que hace caso, a usted y a Doña Perfecta. DON INOCENCIO - Pues que se lo diga ella si quiere, nunca daré ordenes de violencia. REMEDIOS - Doña Perfecta tampoco quiere. Esta tarde la he intentado convencer, pero se niega a mandarlo. Sólo es un susto nada más. DON INOCENCIO - Pues si ella no quiere, yo menos. REMEDIOS - Bueno- repuso- tan solo dígale a Caballuco que esta noche venga conmigo. DON INOCENCIO - ¿Vas a salir tarde? REMEDIOS - Sí, como la noche pasada… DON INOCENCIO - ¿Saliste? No me enteré- con un tono de pocos amigos. REMEDIOS - Dígale esto a Caballuco:<< ¿Podrías acompañar a mi sobrina para que no le ocurrá nada?>> DON INOCENCIO - Eso sí se lo puedo decir-confiado- que te acompañe y que te defienda… sé que me quieres hacer complice de alguna de tus locuras. REMEDIOS - Ya… - con un tono irónico- entre Caballuco y yo vamos a eliminar a mucha gente. DON INOCENCIO - No bromees- con una cierta preocupación y desconfianza. Te recuerdo que no le diré nada que pueda llevar a la violencia. Se oyó un ruido en la puerta que da a la calle, y sonó la voz de Caballuco que hablaba con el criado y entro donde estaban el tío y la sobrina. - Caballuco- llamándolo transmitiendo confianza- ¿qué tal por Villahorrenda? CABALLUCO - Pues tirando… - sentándose con marcas de cansancio. Veremos si se puede hacer algo…- no dando mucha información. DON INOCENCIO - Esta noche te llevarás el dinero que me han dado para… CABALLUCO - Sí, gracias, me irá muy bien. Como me lo vean los de la tropa no quedará ni una moneda- dijo riéndose brutalmente. DON INOCENCIO - ¡Pues faltaría más! Y veo que te podrías defender muy bien con las armas que llevas, como para quererte robar- dijo en un tono de broma y riéndose. CABALLUCO - Pues por si acaso, nunca se sabe…- mostrando una de sus armas. REMEDIOS - ¡Oish!- exclamó María Remedios- sorprendiéndose- guarda ese chisme. CABALLUCO - Si a ustedes les va bien podríamos cenar. DON INOCENCIO - Escucha… esto… - le dijo a Caballuco mientras se sentaban en la mesa para cenar- ¿Tienes que hacer algo esta noche? CABALLUCO - Pues… según… esta es la última noche que estoy en Orbajosa, tengo que ir a recoger algunos colegas que quedan e iremos a casa de Cirujeda. DON INOCENCIO - Lo preguntaba- con un tono de bondad y con voz fina- para que acompañaras a mi sobrina un momento, ya que tiene miedo de ir por la calle a esas horas. CABALLUCO - ¿A casa de Doña Ferpecta?- preguntó Caballuco-. De allí vengo. DON INOCENCIO - ¿Cómo está la Señora?- preguntó con interés. CABALLUCO - Pues con miedo… he sacado a los hombres que tenía. REMEDIOS - Hombre, ¿crees que no le hacen falta?- preguntó Remedios. CABALLUCO - Mejor si están en Villahorrenda. DON INOCENCIO - Aquella casa no debería estar nunca desatendida. CABALLUCO - Con los criados y eso… basta y sobra. ¿Cree usted que el brigadier asalta las casas de los demás? DON INOCENCIO - Sí- afirmó con fuerza y seguridad. CRISTOBAL/CABALLUCO - No tendrán más remedio que dejar que Rosarito y Pepe se casen. REMEDIOS - ¡Cristóbal!- añadió Remediaos enfadada- parece que no entiendes del amor. CRISTOBAL/CABALLUCO - Si lo digo porque esta noche la Señora y su hija estaban haciendo las paces, parecía que había buen rollo entre ellas. REMEDIOS - ¡Qué! ¿Se han reconciliado?- dicho con recelo- con lo del armamento has perdido la cabeza. Pero al final ¿me acompañas o no? DON INOCENCIO - No es a la casa de Doña Ferpecta donde quiere ir, si no al hotelito de la viuda de Cuzco. CABALLUCO - ¿Para qué? DON INOCENCIO - Es por ese tal Pepe. Ayer mi sobrina lo vio allí y le dejó las cosas bien claras… este chico es muy vengativo. CABALLUCO - No sé si podré acompañarla…- explicó caballuco- voy a escondidas y no podré enfrentarme a José Poquita Cosa. Si yo no estuviera escondiéndome y evitando, ya le habría dejado las cosas bien claras. Pero ¿qué puede pasar si me topo con él? Que me vería y después los soldados me buscarían y hasta luego Caballuco. No sé sorprenderlo sin ser yo descubierto y además Doña Ferpecta no lo consentiría, es decir que no sirvo para esta misión. DON INOCENCIO - Pero, hombre, ¿estamos locos o qué?... ¿De qué estás hablando?- dijo asombrado Don Inocencio- yo no tengo pensado hacer daño a Pepe, antes haría una locura al permitir eso… Sólo te pido que acompañes a mi sobrina que va hacia allí, ¿no es así Remedios?... –le pregunta a su sobrina-. Si tiene que hablar con él, tú defiéndela de los insultos que le pueda decir. CABALLUCO - Esta noche no podrá ser justamente- dice secamente Caballuco. REMEDIOS - Pues entonces…. iré sola- dice sin más remedio. DON INOCENCIO - ¿Qué dices?- dice exaltado Don Inocencio-¡ni hablar irás sola!. Ya que Caballuco no puede acompañarte, Pepe te podría insultar y vete a saber… CABALLUCO - ¿Qué ese te insulte?, si venga, ¿y qué más?- exclamó exaltado Caballuco- vamos… ¡qué no! DON INOCENCIO - Si no tuvieras tantas cosas que hacer… yo estaría tranquilo. CABALLUCO - Tener… las tengo… -dijo dudoso, levantándose de la mesa- pero si es por vosotros… DON INOCENCIO - Pues me dejas tranquilo- dijo con tono victorioso por haberlo convencido. CABALLUCO - No hay nada más que hablar… iré y te acompañaré Remedios. DON INOCENCIO - Remedios, yo de este asunto no tengo nada que ver- desentendiéndose.